Camisetas del Barça colorean la ciudad, la gente (los hinchas), con prisa van de aquí para allá, sin rumbo, llevados por los nervios. Por la cita, de esta noche, un partido de fútbol. No es que no me guste este deporte, más bien, todo lo contrario, pero no comprendo sentir tanto fanatismo por un club. Tanto amor, tanto desamor e incluso fogosidad. Me gusta más el ciclismo.
Circulaba, observando el trajín, y una chica ha solicitado mi reflexión. Deportivas de baloncesto, pantalón corto, pero largo, de patinador, innecesariamente debajo del culo, las bragas que se dejaban ver, nada sensuales, una camiseta del Barça, la cara estropeada de pircings de exagerado tamaño, y el pelo mal esquilado, rapado por los lados, largo y coloreado, con mechas y yo, que se que más. El toqué chic, eran unas gafas de sol, al más puro estilo policía americano. Y mientras, yo recapacitaba mirándola, sobre mis propios gustos, me echado una ojeada como si fuera yo el anómalo. Me ha hecho sentir excéntrico, por gustarme la sencillez. Al seguir por mi camino, he atendido a la razón, debo enseñar apreciar, a mi hija Lluna; la normalidad, la sencillez. Porque lo exótico, no siempre está dotado de hermosura. La normalidad, de un partido de fútbol, sea la final o no, y la sencillez, tan ardua de del ecuánime.
¡Que gane el mejor, y a poder ser, que sea el Barça!
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