Destrozo las flores con las que en el pasado te quise conquistar. Las piso, las muerdo, las tiro contra la pared. No lloro de dolor, lloro de rabia. Es como perder una apuesta de caballo ganador. La envidia; la cito por citarla. Ojos que no ven corazón que no siente. Demasiado tarde para sentir nada más que odio, ahora. “Agradecería que esté hombretón de color saliera de mi lado de la cama y tu de encima de él.” Es dos veces más fuerte que yo. Supongo que en todo. Por eso no chillo, no golpeo y no hiero, no por nada más. Las razones de los cuernos saltan a la vista. Sus atributos son como mis tributos, muy grandes.
Recuerdo cuando mi padre me dijo “hijo ponte a cura”. Le hice caso. Pase en clausura más de 5 años. Con padres para todos los justos. Ni una solo madre. Eramos de la orden de los dominicos. Nos lo cultivamos todo nosotros. El pan también obra nuestra y del señor. Orábamos tal cantidad de veces que me llegaba a descontar. Por la ventana solo se veía castilla. Larga y ancha. No conocíamos el televisor, la radio ni un cuerpo de mujer. Triste no conocer forma tan bella. Tan carnal y pasional. Las noticias apasionantes eran, el restreñimiento de padre Pablo o la facilidad de padre Juan. El sol salía siempre por el mismo lugar. La luna pocas veces la descubríamos. Los inviernos eran fríos y los veranos calorosos. Muy caluroso para tanta sotana. 5 años encerrado en una prisión voluntaria. Donde decían estábamos reflexionando. Tardé 5 malditos años en reflexionar, que estaba despreciando el tiempo de mi vida. Con demasiada soltura por ser católico. Y justo cuando estaban bendiciendo la comida, o la mesa o el agua, o los alimentos. Me levante, persona y sotana y les dije “aquí he conocido a la soledad, voy a olvidarla.” Y salí por aquella vieja puerta, a descubrir el mundo.
Me alojé en una pensión vieja, de una calle vieja, de una ciudad vieja, de un país viejo, con un dictador viejo. Que a la vez era un viejo dictador. Y allí soñaba con mis futuros próximos. Porque hay mil futuros. Uno diferente para cada instante. Busque, busque y al fin encontré trabajo. Dos años más entre motores metido. Con mi amiga soledad. Entre tanto me compre un piso pequeñito. Para irnos a vivir mejor, con más espacio. Para no chocar tantas veces de frente contra ella. Pero un día de otoño al salir del trabajo, cuando el ocaso se dejaba ver, la conocí. Trabajaba en el restaurante de enfrente. Era nueva, como mi vida desde aquel momento. La sonreí y ella pasó de mí. Pero seguí sonriendo y al final le hizo gracia mi cara de tonto. Un ramo de flores rojas para conquistarla. De eso hace veinte años. Y por qué me he acordado de mí triste vida ahora. Dicen que pasa cuando ves que vas a morir.
El diablo no tiene cuernos, pero diablos que jodido es cuando te ponen cuernos. Tampoco tiene brazos, ni piernas, ni forma humana. Menos cuando se mete dentro de ti. “Está frase está mal hecha. Sería; menos cuando lo metes dentro de ti mismo” y eso acabo de hacer. ¡Maldito negro te voy a matar!
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