jueves, 16 de octubre de 2008

Entierro digno.



Recuerdo que de pequeño jugaba a hacer guerras con unos muñequitos. Por todo el jardín los esparcía como si fueran semillas, todo repleto de hombrecitos de esos. Después los malos de mis películas, se acercaban desde lo lejos, invadiendo poco a poco el territorio de los otros, desde unos pocos metros más abajo seguramente. Y se iban encontrando guerreros escondidos, entre la hierba, detrás de alguna flor, enterrados bajo la arena, en todos esos lugares que un niño, después de ver Rambo 1, 2 o 3 (el numero da igual) se pueda llegar a imaginar. Luego, al encontrarse buenos y malos, se enfrentaban en una lucha a muerte (que fácil era sentimentalmente la muerte entonces) hasta que se encontraban el más malo y el más bueno, los demás no eran más que victimas colaterales, quien sabia donde habían caído muertas, al fin de la gran batalla el más bueno siempre, salvaba el mundo. Y lo más curioso es que me lo creía, la culpa era de los malditos muñequitos tenían credibilidad, gracias al movimiento que les podías dar, supongo. Algunos de aquellos individuos inertes, se perdieron allí donde un día por culpa de esas guerras de niño cayeron muertos. Y si yo siento simpatía por saber quién sabe donde están, imaginad, los familiares de víctimas de esos inhumanos fusilamientos. Como alguien tiene la desvergüenza, por preocuparse por si se abren heridas y no para apoyarles. Estuvieran a favor del dictador, sean hijos o nietos de aquellos los mismos, qué más da, si los otros no quieren más justicia que encontrar a su padre, a su madre o a sus abuelos, aunque sean en esqueleto, para poder enterrarlos donde ellos quieran. La vida no es justa. Mi apoyo a Garzón, porque todos sabemos donde está enterrado Franco y su amiguete.

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