jueves, 26 de marzo de 2009
Por la ser.
Cerré la puerta despacio, sin hacer ruido. Dormía tan dulcemente, que no me atreví, ni ha darle un beso de despedida. Era la hora de conservar la rutina, de tomar café en el mismo bar de siempre, servido por aquel camarero que todos los días, intentaba ser divertido sin conseguirlo. De volver al trabajo, a pasar la mañana, añorando su cuerpo, sus besos y recordando mis anhelos. A soportar el jefe, como quien soporta una mentira. A decir que si, queriendo decir no, al igual que cuando la suegra te pregunta, si esta buena la cena de navidad. Esa rutina, que me alejaba de ella, que me arrastraba a tener que comer con mi mujer.
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1 comentario:
Una de dos, o no leen todos los minirelatos o consideraron que el tuyo era demasiado bueno. No se si empezar a pensar que hay tongo.
Un saludo
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