miércoles, 18 de noviembre de 2009

Al menos uno.

El color del coche, seguramente, no fu elegido al azar. ¡Claro! Que un Ferrari azul, es como un rojo de derechas. Una contradicción.




Fue la coincidencia quien izo, que ese paseo de Camps y Berberá, por el circuito de Cheste, acabará en paseo colosal. Pasaban desapercibidos, aunque parecieran el chofer y la criada, escapándose en el coche del marqués. Por amor. Cuando, por infortunio, o poco saber hacer en manos de un Ferrari, Luca Di Montezemolo, presidente de la misma marca, acompañado por Alonso y Massa, varó su deportivo en la arena. En ese mismo momento, los enamorados huidos, que circulaban detrás, pararon invitándoles a subir. Irrumpiendo así, en el objetivo de todas las cámaras fotográficas y de video, allí presentes. Aunque presentes; por Ferrari y por Alonso. No por los fugitivos de la convención de clausura del PP nacional en Barcelona. Poniendo su huida en el ojo del huracán. En todos los sentidos.




El chofer, por querer parecer un vicioso del lujo, aunque no le venga de ahora, olvidando sus servidumbres. La criada, por lujuriosa. Y los transportados, por intentar hacer como si nada pasara. Saludando a la afición, y pensando, seguramente; ¿porque esos dos tortolitos, también saludan? Preguntándose, quien les había dado vela en ese entierro, teniendo el suyo pagado. Al menos uno. Y sin embargo, para ellos, un hecho colosal.


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