jueves, 10 de diciembre de 2009

Tiovivo.

Una mujer alardeaba, a través de la onda media, de que ella permitía a su marido, en verano; hacerle el amor un día si y otro no. En invierno, la situación disminuya; una vez por semana y gracias.


El invierno, es para todo esa parte del planeta, que no disfruta de él; largo y frío, los días cortos, y las noches interminables. Decidme, si queréis, tradicional, pero en estas noches largas, es cuando el calor humano mejor sienta. Se en casa, o en el motel. Porque si, por frío o desgana, la mujer no te permite disfrutar de un cuerpo al que arrimarte, tienes que buscar un sucedáneo. De primavera y otoño, no comentó la frecuencia. No debería estar muy por encima. Alardeaba como decía, de que era ella, quien impedía al león de su marido, cazar todas las noches una cierva indefensa. Era ella, quien mantenía la fiera a raya. Pero como pasa a veces, las fieras se escapan, y campan por sus anchas.

Si eso pasara, aunque fuera, en el frío invierno, la culpa sería del león indomable, por indomable. Porque si te dicen eso no se toca, no se toca eso ni nada similar. Si el domador, te da solo latigazos, no puedes, por león que seas, contra atacar. Porque luego, seguro, será él la victima y tú el verdugo. Mártir de tu destino, aunque no sea el tuyo.

Y acaba siendo un león doméstico. Manso, que no es bravo, y al no serlo, su mujer es una insatisfecha sexualmente, a la que el sexo, normalmente malo, le cansa. Una rueda de desventuras, de difícil solución. Y normalmente, cuando el tiovivo para es, porque el adulterio paga otro viaje.

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