jueves, 21 de enero de 2010

Inglesa.


Tuve, cuando era más joven, y más fresco, una novia que nunca lo fue, inglesa. Hablaba poco y mal el español. “El español” parece un superhéroe autóctono, o un barco de la armada. Vaya nombre más señorial para un idioma. Le decía, siempre, que ella me hacía subir el ego, como no sabía la traducción, ni soy Freud, y aunque utilicé su explicación, creo, que no me acabo de entender. Por eso, entendí, pues, que tenía que hacerle una demostración, sin manos. Y desde entonces, siempre que quería jugar al juego del querer, me decía que le enseñará el ego. Cuando tuvo que volver a su país, me dejó el dolor de la añoranza y el ego, aliviado.
 Aunque no era esta… por desdicha mía. Es la primera imagen (sexual), que me ha salido en google.

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