Parecía un hombre triste. Lo era. Hacía poco que nos habíamos conocido, no más de media hora. Viajábamos los dos, rumbo a Paris, la ciudad de la luz. Yo por amor, él, aún no lo había descubierto. Yo, no lo había descubierto. Él lo tenía claro, pero no seguro. Quería reencontrarse con su hijo. Quizás, tuviera setenta o ochenta años, y viajaba solo. Me sorprendió eso, a ciencia cierta, fue a raíz mi pregunta:
-¿Como viaja usted solo?
- Mi mujer, descansa en paz, o eso espero. La pobre, ya tuvo, que vivir en guerra.
-¡Maldita guerra civil! Exclamé yo.
-No lo sabe usted bien, su juventud, por suerte, le libra de una herida mayor.
-Si, yo, nací ya en dictadura. ¿Por qué marcha usted a Paris?
- Voy en busca de mi hijo, es lo ultimo que quiero ver ante de morir. Pues poco me debe faltar para eso.
-¿Y como es que su hijo, se trasladara?
- Al empezar la guerra, yo estaba en el frente y a su pobre madre, no le quedo más que exiliarlo, ella se quedó esperándome.
-¿Y después de tanto tiempo sabe donde vive?
-No, pero me da lo mismo, lo buscaré hasta encontrarlo o moriré en el intento.
Tanto me conmociono la escena vivida, que hoy, treinta años después de ese encuentro, aún pretendo encontrar a ese hijo perdido por la guerra. Quizás, también yo, muera en el intento. Pero creo, que debo contárselo ¡Maldito exilio!
6 comentarios:
ay! cuánto dolor!! cuánto desencuentro!! cuántas heridas, entre tu guerra civil, mi dictadura, la tuya, mi guerra de Malvinas.
Tan difícil es vivir en paz?
Díos, no se cuál, nos ayude.
Merece la pena dedicarle ese post. La guerra y sus estragos.
Salud al gran Groucho y aquello de que "inteligencia" y "militar" son dos términos contradictorios.
Salud...
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