Uno se hace mayor y cree, sólo por eso, que ya es dueño de su vida. Eso acarrea equivocarse una y otra vez, asumiendo tus propios errores. Aunque no siempre sea así. Muchos humanos tienen la necesidad de tener a los seres queridos cerca, únicamente cuando los precisamos. El resto del tiempo, cuando somos o nos sentimos felices, pasan a ser superfluos. Extraña condición. Me asombra el cuerpo de la mujer. Creo que es algo extraordinario, único, hermoso, perfecto o casi, escultural y fascinante. Es increíble como pueden engendrar y albergar otra vida en su interior.
Pero dejando atrás, todo mi embeleso por estos prodigios, voy a referirme al equívoco en el que un amigo cae, una y otra vez. ¿Cómo es posible enamorarse siempre de una mujer análoga a la anterior? Sufriendo por los mismos vicios. ¿De verdad nuestro enamoramiento no aprende? ¿No función en él la ley de causa y efecto? Es inverosímil como con cada nueva presentación, veamos, en ellas, más de lo mismo. No voy a alargarme contando las diferentes clases de mujeres. Él, siempre elige esa chica fashion, estirada, finita, pija, mandona, sabelotodo, excesivamente elegante, con dos quilos de maquillaje y un pelo largo y teñido escandaloso, pantalones siempre apretados, gafas de sol inmensas, pañuelo, fular o lo que sea atado en el cuello, tacones de alzada, moviendo el culo más de lo cotidiano y acicaladas hasta el extremo. Para su desgracia, no es rico y, en ellas, eso es una lacra. Andan a su lado, esperando la mirada del resto de transeúntes, siempre un pasito por delante de él y diciendo: “Vamos CARI, que me esperan”. Y la frase no esconde poco: Primero una orden, luego una mote cutre (cari). Cariño, es lo que se da o lo que se siente, no lo que se es. Después el darse importancia y sólo a ella, con un egocentrismo casi celestial. Para finalizar con una mirada entre desafiadora, amorosa y dictatorial. Que no sabe uno, bien, en que posición lo deja. Si pareja, servicio, mascota o nada de eso. Y así, se va haciendo mayor, lo que no significa; crecer.