Tengo la mala costumbre de mientras tomo el café de después de comer, en el bar que hay enfrente a mi lugar de trabajo, intentar hacer parecer que leo el periódico pero en realidad, indagar en las conversaciones ajenas, para poder hacer mis hipótesis. Creando mis mundos paralelos, no sé, si muy alejados de la normalidad, que verdaderamente, desconozco cuál es. Hoy, mientras, andaba ya sumergido en la conversación de las dos señoritas sentadas en la mesa más cercana por mi lado derecho, buceando en cómo deberían vivir sus vidas. Descubriéndolo, através de sus palabras, la construcción de su frases y los temas de sus charlas, de repente, se sentó en mí mesa, una señora que no conocía absolutamente de nada.
- ¿Qué tal? Me ha preguntado mientras tomaba asiento.
- Bien, gracias. He respondido, asombrado, por ver que se sentaba allí, mientras en el bar seguían la mitad de mesas vacías.
- Me llamo María.
- Yo Luís, encantado. Intentaba seguir el papel sin parecer muy atónito.
- Debes pensar… “¿Qué coño hace esta sentándose aquí?”
- Sí. Aunque si es por compartir soledad, a mí llámame egoísta, pero prefiero no hacerlo.
- Pero es que si te das cuenta, no tienes opción.
- Puedo levantarme e irme.
- Luís, hace casi un año que todos los días vengo aquí después de comer ha tomar un café, me siento siempre en la barra, quizás, por eso, tú nunca te hayas fijado en mi. Sin embargo, yo sí lo he hecho contigo. Y he observado, como curioseas o incluso analizas a todo quién te rodea.
- Y eso, ¿por qué impide que yo me levante y me vaya?
- Lo impide tu curiosidad.
- Pues procura saciarla rápido, que en media hora entro a trabajar. Pero… ¿Por qué quieres raptar mis pesquisas?
- No quiero, ni tan sólo lo hago por ti, si no por mí. Supongo, que debes conocer bien a las personas, y quiero, desahogarme por una vida de errores. Que me escrutes mientras yo me abro en canal dejando los sentimientos y las vísceras esparcidas en este trozo de mesa que hay entre tú y yo.
- Solo soy un vendedor de electrodomésticos.
- Eso, lo dices tú, porqué crees, que nadie te conoce mejor que tu mismo, y no es así. De joven, era la típica muchacha que siempre andaba sola, sin amigas y con pocos amigos, con un coche viejo y extraño, vestida de forma peculiar y sin ganas de compartir esa vida social, que todos en la universidad tanto ansiaban. Llegaba sin decir nada e igual me iba, siempre, la ultima en llegar y la primera en marchar. Sin nada que compartir. Y fue eso, sin duda, esa forma de ser, la que me condujo hasta la soledad más absoluta, fría y austera.
- ¿Y qué puedo decirte yo? Si cuando algún cantante que me gusta saca un nuevo disco, voy a la tienda decidido a cómpralo, pero cuando estoy allí y le pregunto al tendero: “¿Tienen el disco de tal?” y me pregunta: “¿El nuevo?” respondo: “No” y nombro ese que ya tengo, únicamente, por no volver a decepcionarme.” ¿Qué quieres que te diga, María? Si quieres, nos tomamos la tarde libre y vamos a hacer todo aquello que incluso, nos da miedo imaginar.
- No tengo nada que perder.
3 comentarios:
Esto es lo que yo llamo improvisar.
Ataque a discreción, acoso y derribo...Encanto sutil, o flirtear... llámalo X.
Me pregunto que será eso que no se atreven ni a imaginar y pretenden poner en práctica...jejejeje...
Besitos mediterráneos.
Y vamos, dale. Y si hay algo que perder, que se pierda. Pero parece prometedor.
Gala: A saber, pero la eternidad, creo, es más complicada que un buen ataque.
Un saludo.
Malena: cuando lo que hay que perder es, menor a lo que se puede ganar, no hay ni que pensarlo.
Un saludo.
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