viernes, 13 de agosto de 2010

La foto de al lado.



Estábamos comiendo en un restaurante. En la mesa de al lado había una familia normal (aún sin saber que es normal). Me refiero a un padre, una madre y una hija. Estaban como nosotros vacacionando, lo supuse por la cámara fotográfica y por ser miércoles.

Cuando el postre era nuestra ultima tentación, llego un padre con su niño (supongo), para comer. La única mesa vacía era la de atrás de la otra familia. Compartían respaldo de uno, de esos sillones encastados en el suelo. En aquél respaldo ancho, la mujer había dejado la cámara. El hombre que por casualidades inexplicables, si no fuera por la nociva publicidad, tenía una igual, sin girarse, dejo también la suya. La mesa de la familia normal (qué mal suena, ¡malintencionados católicos!) terminaron de comer, se levantaron y la señora agarró la maquina que no era la suya. Yo, lo vi, pero no dije nada.

El hijo, más vivo que ninguno, al acabar de comer y coger la cámara para observar las fotografías tomadas anteriormente, se dio cuenta en seguida del error y corrió a buscar a la otra familia. No los encontró. Llegó entre soplidos medio desconsolado, como si le hubieran robado parte de su cuerpo: un riñón, el hígado o hasta quizás; el corazón. Pero si sigue teniendo una cámara igual me dije, me sorprendió tanto su angustia que me di cuenta, que eran los recuerdos lo que se le habían llevado. Su padre más calmado, preguntó al camarero si conocía a esa familia. El chico amable, lo negó con la cabeza y preguntó porqué. El susodicho le explicó el percance y dejó su nombre. Se llamaba Pedro Delgado, como el ciclista. Aunque no lo era. Lo hubiera reconocido. Se fueron y allí acabo mi Thriller domestico.

Los domingos, como a dios, a mi también me gusta descansar. Tengo tiempo para leer el diario, con atención y sin prisas. Tanto lo atiendo, que en demasiadas ocasiones presto un poco de mi tiempo a las necrológicas, debe ser porqué soy un hipocondríaco. Este pasado domingo la sorpresa me sobrecogió. Muere Pedro Delgado decía el titular, el subtítulo aclaraba que no era el ciclista. Sino un importante empresario que residía en EE. UU. Al leer y releer la noticia más me apenaba. El articulo, comentaba que era un hombre divorciado y sin hijos, eso me desorientaba, que por trabajo, había tenido que ir a vivir a Manhattan. Ahora, estaba de vacaciones por aquí para conocer a su sobrino. Y que en el hotel donde se lo había hallado muerto había una nota en la que se podía leer: Me he suicidado porqué he encontrado la felicidad, aunque no sea mía. Y una cámara fotográfica encima, donde en ninguna fotografía salía él.

Desde entonces, aún no he aclarado en mi conciencia si soy o no, un asesino.

No hay comentarios: