Volví a soñar que estaba otra vez, en un cuerpo de señorita (supongo debía ser la misma). Empiezo, ya, a preocuparme por esta novela surrealista que cada noche mi mente me crea. Por suerte y a la vez, me da en que escribir. Si comiese de ello, aún tendría que agradecérselo.
Era como si hubiera dejado una cuenta pendiente, con aquél chico. El sueño empezó, por muy curioso que parezca, justo donde desperté en el otro. Acababa de invitarme a tomar algo, él dijo la “última”, si es la última me la tomo aquí pensé, que estoy más cerca de mi piso, pero por curiosidad y morbo acepté. Al fin y al cabo, no tenía nada que perder, disponía de unas seis horas para hacer lo que quisiera. Mientras paseábamos hablando tendidamente por la calle dirección al picadero, lo iba mirando sin saber donde fijarme. No sabía en donde una chica se fija primero, supongo, que como en todo, sobre gustos colores. Le miré el culo, las piernas, el bulto que hay en medio de ellas, los brazos, la espalda, los pectorales, los labios, los ojos, el pelo y al cielo, y pensé: ¡“Qué coño estas haciendo”! Al pasar por delante de un aparador, de esos que en según que hora del día refleja, me miré a mi mismo, o a mi misma, y concluí que estaba cincuenta veces más buena que él. Todo lo que en él era rudo en mi, era delicado, lo que en él era cuadrado en mi, poseía una forma redondeada maravillosa. Y todo lo que en él era gris, marrón o azul, en mi, era rosa, oro, plata. Así pues, no sabía que estaba haciendo allí, pero seguí en el intento.
Al llegar a su casa, se tumbó en el sofá, se quito la camiseta (tenía un cuerpo trabajado) y me esperó allí sentado, con movimientos con el dedo indicándome en donde me quería. No lo soporté. Me excusé un momento, diciendo, que tenía que ir al baño para recapacitar y al entrar en él y volverme a ver mi cuerpo en el espejo, disfruté degustándome. Fue como una experiencia religiosa (Maldito Enrique, lo pensó antes), ya que ninguna de las dos se verdaderamente qué pasa. Me subí las braguitas, suena fatal con mí voz y al acercarme a mear, me di cuenta que lo hacía de pie. Mi cuerpo volvía a la realidad a la vez que mi mente despertaba. Él, supongo, seguía esperando en el sofá hasta que me volviera a dormir, con estos sueños que me persiguen tan misteriosos para mí.
Después de recapacitar un poco, creo, que encarno cuerpo de mujer para ver, si así, puedo conocerlas un poco mejor, pero continua siendo una tarea ardua.
4 comentarios:
Ummmm... Bájate las braguitas para mi Jou.
Jajaja, mi curiosidad me pregunta, en que te noto tan cambiado? (cara de sonsacar)
Mi beso más masculino, para tu yo más femenino...
En que me notas tan cambiado...
No lo sé... (cara intigrada)
Si es cambiado a mejor cuéntamelo, si no es así puedes dejar la intriga. Un saludo.
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