martes, 31 de agosto de 2010

La mesa de al lado.

Estaba tomando un café en un bar, en donde al lado había otro bar y dos negocios más arriba otro, porqué en este país, si algo tenemos, son bares. A mi lado había dos señoritas discutiendo, hablando o se refregándose por la cara, la una a la otra, las compras de esa mañana.
-          Mira que pantalones me he comprado, estaban de oferta: 180 € sólo (Vaya pensé yo, si eso es una oferta es, que no entiendo a la economía)
-          Vaya ganga nena, si son… (una marca impronunciable para mí y mucho más difícil de recordar).
-          Pues mira que no sabía si comprarlos o no. Y al final, después de probármelos y ver como me quedaban, lo he tenido claro. (A sus años y sin ganas de menos preciar a nadie, dudo, que algo tan apretado pueda…).
-          Has hecho bien (Mi sorpresa crecía al mismo tiempo que la conversación proseguía).
-          Ya lo creo que sí. Luego, para navidad se ponen carísimos.
-          Si es verdad, yo me he comprado esta blusa que esta ahora tan de moda, estaba también rebajada. Con el veinte, me ha salido a 110 €. ¿Ha que es preciosa?
-          Lo es nena. ¡Vaya compra! Es casi tan buena como la mía.
-          Yo creo que mejor.
-          Quizás para ti sí. Pero para mí, seguro que no.
-          Yo no pienso igual. (a ver, si acabaran peleadas pensaba yo).
-          Bien,  vuelvo al trabajo, que ya veo que contigo más vale no comentar nada.
-          Eso, yo también voy a trabajar que ya he perdido demasiado tiempo aquí y en la compra. Si no, la carnicería se pone a tope y los clientes se cabrean.
-          A mí, me pasa igual en la panadería, las trabajadoras esas no se sacan el trabajo de encima.
-          ¡Hasta luego guapa!
-          ¡Hasta pronto!

Lo más curioso del caso es, que las dos llevaban las uñas largas y pintadas rojas, no muy lógico para ser dos trabajadoras, algo había de mentira en la conversación si es, que había algo de verdad. La cara con un quilo de maquillaje y los años, escondidos debajo. Que vivían como ricas siendo pobres, que estaban en un bar como yo, desayunando, en esta nación donde la crisis azota con más violencia que en la mayoría de le unión Europea, necios nosotros de distraernos con un titulo mundial, o con las mujeres de la mesa de al lado. Cuando los palos nos caen en cima como un lluvia de mierda que lo apesta todo.

Y nos engañamos, pensando, que somos más listos, más guapos, más ricos que el vecino. Y si no es así, aparentamos para serlo. Porque el presente nos lo pide, por todos lados. Con publicidad o sin ella. Con necesidad o sin ella, pero lo hacemos.        

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