Uno de dos.

Mi vecino, siempre, se iba al amanecer a la misma hora que yo. Solía salir con su coche del garaje, un poco antes o  un poco después. Cogíamos la misma avenida y en muchas ocasiones, nos encontrábamos en algún semáforo. Entre el sueño por lo temprano y que no lo conocía casi, nunca lo saludaba. Al llegar por la tarde, veía, ese mismo vecino con un coche distinto entrar en el mismo garaje, ¡¿yo juraría que era el mismo?! era asombroso. De vez en cuando, nos cruzábamos en el parque y a veces, paseaba un perro grande, no se de que raza, nunca he prestado demasiada atención en aprender de razas caninas, y en otras, uno de pequeño. Normalmente, solía ir afeitado, pero siempre que llevaba barba de dos o tres días, la mujer que le acompañaba no era lo morena, sino la rubia. En esos meses mí dudas crecieron hasta el punto de que en una noche, fui a leer los buzones para ver si había algún apellido igual. No vaya a ser, que fueran dos gemelos. Ninguna coincidencia. Pero en ese mismo momento en el rellano del entre piso observé, una silueta que cruzaba de un piso al de al lado. ¡Vaya cosa más extraña! Pensé yo.

A la mañana siguiente, hice como si se me estropeara el coche en medio de la avenida, al pasar mi vecino no paro. Me cabreó tanto que juré, desvelar su secreto. Esa misma tarde entre en el bloque, y fui directo al piso donde había visto esas sombras, llame, y cuando salio la mujer, no era ninguna de las dos. Subí un piso más llame, y tampoco allí vivían. Otro y otro y otro, hasta acabar en el quinto, donde me siguieron dando negativas. De repente sentí miedo y volví a mi casa para seguir, con esa misma mujer, con la que estaba siempre y a la que tantas veces, había creído y querido cambiar. Y en mi sillón, seguí en silencio pensando si los dos era solo uno, o ninguno.