lunes, 25 de octubre de 2010

Nunca, me pago unos zapatos.

Amanecía. El caos de una madrugada extraña dominaba a los vecinos; en rebaño en la escalera. Pacían una orden. Yacían en el rellano como espera el moribundo su verdugo. En el silencio extraño que ofrece la masa. Pude escuchar algún llanto vergonzoso al llegar.


El presidente del bloque se apresuró en contarme que había un incendio en la primera planta. Qué no sabían las dimensiones y que desconocían el estado de las personas que allí vivían. Qué él, había sido quien dio la orden de no moverse nadie del descanso. Y qué por eso, estaban todos esperando nuevas coordenadas, según él, yo, debía hacer igual. Erraba.

Para su suerte y la de los demás, incluido, el chulo piscinas del segundo A que intentaba, en esas circunstancias, ligar con la vecina casada del quinto C. Nunca, he sido de creer o someterme sólo, para no tener que pensar. Seguramente por eso y porqué la muerte no la avisto con miedo, no creo en dios. A ellos, los tuve que salvar yo. Por dios, aún estarían asándose en ese rellano.

Por dios, en Valencia con la visita del Papa, nos robaron a todos un raudal de dinero y sobre todo a ellos; los valencianos. Por no tener que pensar, han creído y se han sometido a esos finos caudillos y nadie (o casi) ha dicho nada. Esperemos que aquí, en Barcelona, no pase lo mismo. Bienvenido obispo de Roma, porqué claro está, que mi papa no es. Nunca, me pago unos zapatos.

3 comentarios:

Pequeña Rock and Roll dijo...

Mi papa tampoco...
Me horroriza la idea de lo que mueve (económicamente) una visita de este hombrecillo de película de terror!

Jou McQueen dijo...

No tan solo económicamente, mueve pensamientos y eso, es más peligroso.

Un saludo Pequeña.

Javier Muñiz dijo...

Hola Jou, un placer regresar a tu casa, vengo para quedarme, dónde mejor..? gracias por tus bellas palabras, pasa buen día, gracias, besos.