sábado, 20 de noviembre de 2010

Fortuna.

A veces, la diosa fortuna te sonríe y no te das cuenta. 
Ayer, andando por la calle, me crucé con un antiguo amor de juventud. De esos, que son quimera. Por su belleza y mí poca calidad de seductor lo nuestro (no compartimos ni salutaciones casi, pero qué bien suena, o sonaba) era imposible. 
Ayer, al verla, descubrí, que tiempo atrás la diosa fortuna me había sonreído. Todo lo que yo no he mejorado, ella, lo ha empeorado.        

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