No entiendo las relaciones (amorosas) cibernéticas. Como no
entiendo, el sexo a través la red. No debo haber encontrado rendija
suficientemente ancha o PC, lo bastante sentimental. Eso sí, creo en la pasión
de la creencia.
Creo en ti, le decía en un mail (¡cuanta pasión!) un amigo
Frances, a una novia Australiana que había tenido (Atención pasado). Ella desde
las antípodas (la palabras ya suena lejos), le decía: “Me too, Darling”. Mientras se follaba a un norte americano. Marine; al menos. Que
se ve, estudiaba por allí.
El colega se lleno de valor, y se fue, como hacen los novios
románticos, en un viaje que le salió por un ojo de la cara, por no decir de
otro sitio, silenciosamente, utilizando el factor sorpresa (aunque a menudo
falle o intercambie los papeles) a ver a su amor australiano. I sí, esta vez,
el factor sorpresa intercambio los papeles y fue él, el sorprendido.
Sorprendido, porqué a parte de que un americano se follaba a su novia, el chico
en cuestión hacia dos por dos (no le podía pegar un par de ostias, para más INRI)
y a parte, su (que quizás no era tan suya) chica, siempre le había dicho que a
ella los hombres fuertes (adjetivo que nunca entendió) no le gustaban. No debía
ser esa la fortaleza a que se refería, supuso. Y volvió, con la mala leche aún adentro, por no poder
haberla sacado, ni con él, ni con ella (él estaba al lado). Juró, no volver a
mantener una relación por ordenador. No volvería a ser el Romeo que navega
hasta el balcón, de alguna Julieta lejana. A ser un mártir desde el otro
confín.
Le duro, al compadre, dos meses todos esos juramentos. Vino
a mi, para contarme, que por culpa de su increíble (verdaderamente creíble
diría yo) timidez, ese era, por medio de la red, su único modo de conocer a
alguna mujer. Y así lo hizo, una y cien veces. Un sin fin de desengaños, de heridas mal curadas,
de tiritas mentirosas. Por culpa de una timidez; juez y carcelera. Se volvió un
adicto; del cinco contra uno. Una victima de la soledad, cuando se va la luz. Estuvo
encerrado en su casa y en si mismo. Acabo siendo un desconocedor; de un beso
dulce, de un beso sexual, de la saliva de alguien más, de todo lo que le sigue.
Y yo, me preguntaba: ¿Hombre o autómata? ¿Delectación o descarga? ¿Vivir o estar conectado?
¡Me gusta demasiado la carne (le conté yo) para tener que tomar
las proteínas en capsulas! Desde entonces, él; desayuna cerdo, almuerza todos
los días un filete y cena pollo. No intenté, explicar el silmil que utilizaba
en esa frase. Al cabo de no mucho tiempo murió de sobre peso. Creo, que parte
de la culpa es mía, y como es mía, yo se la doy a las computadoras, así,
aligero mi equipaje. Qué llevo ya, suficientemente cargado.