Desconozco si ha sido el año nuevo,
el disco que he metido o sólo nostalgia.
Pero hoy, al levantarme, no sé por qué
te he recordado, cómo esperando;
un momento revivido con su magia.
Tu a tus diecisiete, yo, a mis dieciocho.
Toda la mañana, acompañándome.
Tus sonrisas, mis prisas, tu turbante
yo, intentando parecer elegante, tus ojos
que brillan y mis nervios que insinúan;
Lo que las palabras, no se atreven a decirte.
Nuestro acercamiento desde el desconocimiento,
A la excursiones, salidas, fiestas, y la espera
de poder estar solos los dos, con cautela.
Y esos momentos de inexperto, donde te dije
lo que tenía que haber callado y no hice,
lo que realmente sentía o tenía que hacer.
Barco sin puerto. Ni un único beso.
Labios esquivos para la suerte del amor,
escondidos en la confusión, sin confesión.
Por poco, no rompimos estos recuerdos
privilegiados, con un quizás sí, quizás un hijo,
quizás odio eterno. Quizás sospechas.
Quizás, todo quizás.
Hoy, mientras nada tiembla, estimada,
te recuerdo como aquél recuerdo, que un día
lleno mí vida: Con una mirada, un charla,
un momento de silencio o un juego casi inofensivo.
Disfrutando, solos, tu y yo en la multitud. Recuerdo,
tus lágrimas de despedida, excesivamente saladas.
Porqué se terminaba todo lo que había sido tan fácil.
Sin embargo, aún hoy, conserva su magnitud,
Su esencia táctil. Algo especial.
Desconozco, con quién te levantas cada mañana.
O si la distancia prudencial se volvió excesiva.
Y aunque puede que esto sea hacerse viejo,
Creo que es un equivoco obviar a la entrañas
y no debe ser proporcional a la expectativa,
de la ausencia, que no se porqué, tejo.