Estamos tan acostumbrados, no ya a ver, sino a consumir imágenes de violencia, cada vez más duras que nos inmunizamos a su efecto. La indiferencia hacía a ellas, engrandece al ver un soldado meando encima de un cadáver, las vejaciones de cualquier prisión ilegal o en los maltratos rutinarios a los más débiles. Y las imágenes brutales, pasan al cabo de poco tiempo, a banales. ¿Puede un soldado ser un hijo de perra en su trabajo y un buen padre a la vez? ¿Puede el ser humano compatibilizar esas dos caras en una misma persona? ¿O por lo contrario es imposible?
La epidemia del aturdimiento ya ha avanzado hasta límites casi inimaginables. Si en el caso de la violencia, a uno, se le remueve ya cada vez menos el estómago, en otros campos, la pasividad es escandalosa. Hemos llegado a los 5 millones de parados, y aquí, no pasa nada (Aún se busca a Zapatero). El Sr. Camps, ha sido absuelto por un jurado popular y mientras, se reía al abandonar la sala ¿Tratar con mafiosos no es condenable? El yerno real, se enriquecía presuntamente de forma fraudulenta ¿No debía de tener bastante dinero para gastar? Garzón se sienta en el banquillo de los acusados por investigar a una trama corrupta, los crímenes del franquismo y a saber de que más se le acusa, en fin, por intentar hacer justicia se lo juzga. El presidente Rajoy, obedece a lo que decreta Merkel, cuando antes, no hace mucho reprochaba a Zapatero por lo mismo. Y mientras, el pueblo, nosotros, todos, lo observamos sin decir nada, sin casi alzar la voz, sin opinar, únicamente murmurando un poco aquí y un poco allí, sin ganas de cambiar nada.
Preferimos, morir lentamente, sufriendo, pues nos han contado que es el único camino y por lo que parece no tenemos valor, para descubrir si hay otro. Así, nadie llorará nuestro cadáver.