
Escritos públicos, de débito privado. Comentados, por vosotros, cosa que agradezco, aunque sé, que como con todos, sois benévolos. Viajando por un sin fin de blogs, he constatado, a escondidas, que siempre o casi, los comentarios que se dejan por cada post son indulgentes con la literatura, afectuosos con el publicador, afables, generoso y a veces incluso complacientes. La crítica no abunda. Escasea en todo caso. Quizás, porqué como yo, una mayoría es gente, que seguramente jamás, llegará a divulgar una obra con interés para una pluralidad. Gente, incapaz de criticar algo que saben, con seguridad, que lo que ellos hacen está igual o peor, que lo apostillado. Por eso y por qué es más fácil decidir quedar bien.
Dudo de si la anfibología de este texto sea que me critiquéis. Pero si es vuestro deseo, que puedo hacer yo a parte de borrar el comentario o intentar aprender de vuestro juicio, siempre, que sea constructivo. Sino, lo dicho. En fin, que yo, también tengo un blog. También comento por aquí y por allí y también me comentan (poco pero muy agradecido). Sé que en la inmensa mayoría de blogs los comentarios son alabanzas o elogios demasiadas veces interesados por su reciprocidad. Por eso y por la anónima personalidad de los egos leyentes, creo que todos los comentarios si estuvieran expuestos a intereses serían distintos. Quizás, es por esto mejor, que no haya lucro. Yo también tengo un blog. Sin lucro.
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