Con los relatos cortos me pasa, como me pasaba antes con las mujeres. Lo mejor es, lo fugitivo. Siempre al ir acostarme, creo tener una buena invención que contar, y luego nada. Se va, como se iban ellas. En el mismo momento. Sin poder apuntarlo en mi blog. Sin poder convencerlas con mi índole. Y me levanto, con ese sabor tan dulce, que es haber tenido la miel sólo en los labios. Después, pasa el día y el sabor se diluye en los recuerdos abstractos, de un pensamiento conspicuo. Desengañado de mis capacidades, intento, como intentaba, encontrar lo ilustre. En el pasado, con tiempo y entre todas lo conseguí. Creo que con los relatos nunca me pasará igual. Pero en fin, no me cansaré de intentarlo, igual que lo hacía antes, ídem, que lo hago cada día.
4 comentarios:
Es exacto! Uno se acuesta, y una idea le hace murmullo en la cabeza. Parece genial, le das vuelta y vuelta. Lo tenés todo escrito en la cabeza. Te dormís.
Al despertar, se diluyó, no está más. O lo que habías pensando, y que te parecía genial, ahora es una porquería.
Me pasa -todo el tiempo-. A veces decido publicar la porquería igual.
(qué pedazo de fotografía!)
Compruebo Agustín, que compartimos, angustias y gustos fotográficos. ¡Qué no es poco!
Amigo, usted ha condensado todo en este post. El relato breve, la crónica, y todo aquello que al despertar le dejaba un sabor agridulce. Me ha gustado, sobremanera.
Gracias, aunque no se si es demasiado lo que usted dice... Me alegra que le gustara.
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