No tendría que perder y sin embargo, pierdo. Pierdo lo que a menudo no he sabido ganar y gano lo que pierdo. Un tarro lleno de sentimientos, olvidado en algún armario de la cocina. Con el polvo dormido en su falda. A la vera del azúcar. A la vera de la sal. Casi caducado. Llenos de moho. Cerrado al vació aunque mal cerrado. Ya no pongo sabor a mí vida. Casi nunca cocino si no es con amor.
Todo a la plancha, todo al vapor. Con poco aceite. Se me olvidaron las recetas en donde tú estabas de rodillas y yo de pie o al revés. Cuando le poníamos especies a todo y salsa picante. Guindillas para la razón y champán para la rutina. Yo carne, tú, pescado, paella que siempre se nos pegaba. Fresas, nata, tú postre. A veces dulce y a veces amargo. Como el chocolate, con chocolate. Queso tierno y miel. Mucha miel. Naranjas, naranjas llenas de zumo. Esparcido todo, por todas partes.
Estoy más delgado y menos feliz. Tengo menos colesterol, hipertensión y azúcar y más malestar sexual. Esta dieta liviana no es buena. Tendré que sacar el tarro de los sentimientos y el de las esencias. Limpiarlos y en la sartén hacer una tortilla de patatas.
-Bienvenidas a la fiesta; amigas.
2 comentarios:
me gusto mucho el juego culinario.
lindo post :)
besos
Gracias Lila.
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