sábado, 29 de enero de 2011

Perra guerra.

El perro no paraba de ladrar. El ruido era tan intenso que ni pensar me dejaba. Era noche, noche sin luna. Oscura.  Y en medio de ese bosque, casi negra. Ellos, querían entrar a por mí. Solo tenía un revolver y el valor para defenderme. Y ese maldito perro no paraba de ladrar.

Bajé al garaje, abrí una ventana y disparé. Por fin, el perro, había callado. Cuatro balas para vivir y a saber cuantos malos a por de mí.
 
Empezaron a dispararme. Durante casi quince minutos entraban proyectiles por todas partes. Había tantos agujeros y tanto polvo que la luz se observaba en finos rayos cruzando la habitación. Yo, por suerte o desgracia, seguía vivo tumbado en un rincón de la cocina. En aquella cocina donde había vivido momentos casi mágicos. Junto a mi mujer y mis hijas, como la más normal de las familias normales. ¿Cómo había llegado hasta aquí? ¿Cuándo empezó esta cruda decadencia en mí vida? ¿Cuál fue el momento de inflexión? Porque no lo recuerdo.     

4 comentarios:

Lila Biscia dijo...

que bien escrito, jou.
me gusto!
beso

Jou McQueen dijo...

Lila gracias, un gusto viniendo de ti, que tan bien escribes.

Un saludo.

Sara dijo...

Un gusto volver a leerte. Un abrazo.

Jou McQueen dijo...

El gusto es, volverte a tener por aquí. Se te extrañaba.

Un saludo.