lunes, 10 de mayo de 2010

Equipaje.

No entiendo las relaciones (amorosas) cibernéticas. Como no entiendo, el sexo a través la red. No debo haber encontrado rendija suficientemente ancha o PC, lo bastante sentimental. Eso sí, creo en la pasión de la creencia.


Creo en ti, le decía en un mail (¡cuanta pasión!) un amigo Frances, a una novia Australiana que tenía (Atención pasado). Ella desde las antípodas (la palabra ya suena lejos), le decía: “Me too, Darling”. Mientras se follaba a un norte americano. Que se ve, estudiaba por allí (¿Anatomía?).



El colega se lleno de valor, y se fue, como hacen los novios románticos, en un viaje que le salió por un ojo de la cara, por no decir de otro sitio, silenciosamente, utilizando el factor sorpresa ( aunque a veces falle o intercambie los papeles) a ver a su amor australiano. I si, en esta vez, el factor sorpresa intercambio los papeles y fue él, el sorprendido. Sorprendido, porqué a parte de que un americano se follaba a su novia, el chico en cuestión hacia dos por dos (no le podía pegar un par de ostias ¡vaya putada!) y su chica, siempre le había dicho que a ella los hombres fuertes (adjetivo que nunca entendió) no le gustaban. No debía ser esa la fortaleza a que se refería, supuso. Y volvió, con la mala leche aún adentro, por no poder haberla sacado, ni con él, ni con ella (él estaba al lado). Juró, no volver a mantener una relación por ordenador. No volvería a ser el Romeo que navega hasta el balcón, de alguna Julieta lejana. A ser un mártir desde el otro confín.



Le duro, al compadre, dos meses todos esos juramentos. Vino a mi, para contarme, que por culpa de su increíble (verdaderamente creíble diría yo) timidez, ese era, por medio de la red, su único modo de conocer a alguna mujer. Y así lo hizo, una y cien veces. Un sin fin de desengaños, de heridas mal curadas, de tiritas mentirosas. Por culpa de una timidez; juez y carcelera. Se volvió un adicto; del cinco contra uno. Una victima de la soledad, cuando se va la luz. Estuvo encerrado en su casa, en si mismo. Y acabo siendo un desconocedor; de un beso dulce, de un beso sexual, de la saliva de alguien más, de todo lo que le sigue. Y yo, me preguntaba: ¿Hombre o autómata? ¿Delectación o descarga? ¿Vivir o estar conectado?



¡Me gusta demasiado la carne (le conté yo) para tener que tomar las proteínas en capsulas! Desde entonces, él; desayuna cerdo, almuerza todos los días un filete y cena pollo. No intenté, explicar el silmil que utilizaba en esa frase. Al cabo de no mucho tiempo murió de sobre peso. Creo, que parte de la culpa es mía, y como es mía, yo se la doy a las computadoras, así, aligero mi equipaje.

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